La creación del partido –que inicialmente comprendía parte de General Alvear y el partido de Roque Pérez– no fue de trascendencia económica y social hasta 23 años más tarde, cuando se fundó el pueblo de Saladillo, el 31 de julio de 1863
Fundado el 25 de diciembre de 1839 por decreto del gobernador de Buenos Aires, Brigadier Juan Manuel de Rosas, como una razón política por los acontecimientos de la Revolución de los Estancieros del Sur, el partido de Saladillo cumplió este miércoles 185 años.
“Desde la Municipalidad recordamos esta fecha y renovamos el compromiso de seguir trabajando juntos por el crecimiento de nuestro pueblo”, expresaron el intendente José Luis Salomón y todo su equipo.
La creación del partido –que inicialmente comprendía parte de General Alvear y el partido de Roque Pérez– no fue de trascendencia económica y social hasta 23 años más tarde, cuando se fundó el pueblo de Saladillo, el 31 de julio de 1863.
A partir de la presidencia de Bernardino Rivadavia, a mediados de 1820, el actual partido de Saladillo fue un lugar habitado por los primeros pobladores blancos provincianos que habían cruzado el Río Salado que demarcaba la línea natural entre blancos e indígenas.
Juan Manuel de Rosas, tras la fracasada revolución de los Libres del Sur, el 25 de diciembre de 1839 decretó la subdivisión de los partidos existentes para crear otros nuevos, entre ellos Saladillo, y así poder controlar con más eficacia la campaña y a sus opositores. Recién en 1846 entró en funciones el primer juez de paz propio del partido de Saladillo quien era el encargado de la organización y administración de la justicia y el gobierno. En 1862, Máximo y Francisco Cabral, representando la voz de vecinos y estancieros, solicitaron al gobierno de Mariano Saavedra, la formación de un pueblo. Luego de un tiempo, Saavedra tomó en cuenta el pedido y ordenó al Juez de Paz que forme una “comisión fundadora”, constituida finalmente en 1863.
La inmigración
En las tres primeras décadas, desde 1863 hasta 1890, se produjo un vigoroso crecimiento. Ese período significó el capítulo más trascendente de la historia local porque a partir de allí se inició el más atrevido proyecto de desarrollo económico, urbanístico, social y cultural del pueblo.
Un puñado de hombres ilustrados, que por sus vinculaciones políticas y por sus confiables intenciones comerciales, convergieron aquí para establecer sus negocios ganaderos.
Sabían de las posibilidades económicas que ofrecían estas tierras mansas y extendidas que ya estaban dentro de la geografía civilizada de la provincia de Buenos Aires.
A ojos vista, Saladillo se presentaba como una inmejorable inversión, segura y cercana a la Capital Federal y al nada despreciable puerto de Buenos Aires, quizás, ya entonces, el más importante de América del Sur.
Circunstancias políticas de grandes cambios en Europa, determinaron una fuerte inmigración que mayoritariamente era recibida en América del Sur por Brasil y Argentina. En la zona rural, Buenos Aires recibía el mayor contingente de trabajadores que necesitaban nuestras dilatadas praderas. Saladillo no fue la excepción.
La etapa de los abuelos inmigrantes fue el correlato transformador de las praderas improductivas en ricos campos de ganados y granos, que situaron a nuestro país como el mayor exportador de esos productos en el mundo.
Nuestros antepasados inmigrantes vinieron a trabajar para cambiar sus vidas, para que sus hijos tuvieran en nuestras tierras lo que ellos no pudieron en las suyas. Todos ellos fueron los auténticos edificadores de Saladillo.
Allí, en esos inmigrantes, está la esencia de nuestro ser y hacer. De ellos heredamos virtudes y defectos, creencias y dudas, noblezas y miserias.
El pueblo de Saladillo, que recién en 1948 fue promovido a la jerarquía de ciudad, es indudablemente hoy uno de los distritos más prósperos del centro de la provincia de Buenos Aires.
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