Cada objeto antiguo, encierra una historia. Conserva momentos especiales del pasado. Nos ayuda a conocerlo, a indagar, a mantener viva la nostalgia y nos permite, asimismo, descubrirlo, sobre todo a quienes formamos parte de las nuevas generaciones
Cada 7 de enero, en todo el territorio argentino, millones de personas celebran el Día del Coleccionista. La fecha se estableció para rendir homenaje a quienes practican la actividad y también conocer los detalles de su hobbie y todo el esfuerzo que le dedican.
Y, aunque muchas personas lo desconocen, no se eligió esta fecha en el calendario por casualidad. Es decir, la efeméride está estrechamente relacionada con un suceso histórico que ocurrió hace 87 años.
Al momento de crear el Día del Coleccionista en Argentina, se eligió el 7 de enero porque, un día como hoy pero de 1938, se fundó la Asociación Argentina de Filatelia y Numismática.
En honor a este suceso, se acordó establecer la efeméride en este momento del año y, desde entonces, millones de personas lo celebran. ¿Cómo? Principalmente a través de reuniones virtuales, donde se dan a conocer sus colecciones, o mediante eventos puntuales.
El Museo de Alejo
En Saladillo hay varias personas que se dedican al coleccionismo, pero no todas suelen mostrar el material que con tanto esmero atesoran y protegen en sus casas.
Uno de ellos es el Museo de Alejo, un rincón del pasado y la nostalgia del doctor Alejandro Mariotto.
Cada objeto antiguo, encierra una historia. Conserva momentos especiales del pasado. Nos ayuda a conocerlo, a indagar, a mantener viva la nostalgia y nos permite, asimismo, descubrirlo, sobre todo a quienes formamos parte de las nuevas generaciones.
Afortunadamente, cada vez son más los que no se deshacen de “las cosas de la abuela”, de aquello que quizás ya no encierra un valor económico, pero sí afectivo y hasta patrimonial.
La historia del Mueso de Alejo se remonta a la época en que su padre Rubén Mariotto edificó la casa. En el fondo, construyó el quincho donde hoy Alejandro conserva las piezas de colección.
Una de las más antiguas es un reloj que su papá fabricó con la hélice de un avión del Aeroclub. Es que Rubén Mariotto fue el primer aviador civil de Saladillo y tuvo el honor de presidir el Aeroclub hasta 1982, año en que falleció repentinamente.
Otro de los objetos antiguos que tiene un gran valor afectivo es el cartel de Taller Asociado, que estaba en el local de Pedro Mariotto e Hijo y fue protagonista en 1963 del momento en que cerraron al vacío el botellón del Centenario de Saladillo que luego fue enterrado en la plaza “25 de Mayo”.
El cartel en cuestión hace referencia a la asociación a la que Pedro Mariotto e Hijo estaba adherido como taller mecánico de los tractores Hanomag. “Es una de las cosas que más quiero”, confió Alejandro.
En 2001, cuando Alejandro volvió de La Plata tras recibirse de abogado, empezó a acondicionar el espacio y unos años después comenzó a juntar piezas antiguas para conservarlas allí.
Los cartelitos fileteados, comprados en su mayoría en la feria de San Telmo, fueron los primeros en formar parte de ese universo de antigüedades. El próximo paso fueron las botellas de gaseosa de los viejos almacenes, como Bidú Cola, Canadá Dry y Spur Cola, y otras más recientes en la historia, como Fanta, Coca Cola, Crush, Seven Up, Teem, Mountain Dew y un largo etcétera. Más tarde vinieron los cajones de madera donde se colocaban las botellas y los carteles publicitarios de las gaseosas, la mayoría de ellos originales.
También en Saladillo, cada tanto, aparecen objetos que son de su interés. Es el caso de una balanza vieja de almacén que todavía funciona y la utiliza para pesar las mandarinas y los limones que recolecta de las plantas del fondo de su casa.
Ni hablar de los sifones del vidrio que pertenecieron a conocidas soderías de Saladillo, como Gomila, Pertino, El Fortín (actual Ciudad Luz), Zarandona, Andriuolo y hasta la de Nicolás Giardino en Polvaredas.
En el museito hay latas de galletitas, dos de ellas vendidas por Miguel Lisa, y hasta un antiguo buzón del Correo Argentino, muy similar al que estaba en avenida Rivadavia casi esquina Cabral.
“Cada vez que puedo, me voy armando de cosas… A los objetos antiguos hay que preservarlos para que no desaparezcan y para que los conozcan las nuevas generaciones”, expresó.
“Los coleccionistas somos una raza especial”
Otro de los apasionados coleccionistas locales es Osvaldo Debiasi. Fue en la adolescencia cuando “Pocho” comenzó a alimentar esa curiosa y linda manía de coleccionar piezas antiguas, tras descubrir que tenía muchos juguetes de la infancia guardados en casa. Por el uso que tenían, eran objetos “jugados”, aunque estaban en muy buenas condiciones. Es que en el mundo del coleccionismo, se le da más valor a un autito en ese estado que a otro sin usar. Entre otros, había varios Fórmula 1 de época y algunos de la marca Duravit.
“Soy un apasionado. Cuando voy de vacaciones, lo primero que hago es parar en una juguetería y ver qué puedo conseguir. Es algo inexplicable”, indicó Pocho.
“Para muchos un objeto antiguo no tiene significado, pero para nosotros sí. Es algo inexplicable, pero al mismo tiempo apasionante”, señaló el coleccionista de Saladillo.
El Museo de las Cosas Nuestras
Otro caso emblemático de Saladillo es, sin dudas, el Museo de las Cosas Nuestras, de Mario Sayos.
La casa es un verdadero museo y el contenido es variopinto. Se observan una multiplicidad de objetos, algunos de ellos de mucha antigüedad: antiguos sifones malla de alambre de origen inglés de los años 1910-1920; antigua balanza Trevol, que perteneció a La Ferretería de Mitre y Belgrano de esta ciudad; latas y paquetes de yerba de hace muchísimos años; botellas de cerámica para cerveza; botellas de gaseosas de las marcas Bilz, Crush, La Criollita, La Social y de bolitas; botellas con corcho y plomo de los años ‘20–’40 (Fernet, Ginebra Bols, Caña Legui, Grappa, etc).
También antiguos emprendados chapeados de plata y oro y añosos rebenques de plata y oro. Se pueden observar facones y rastras con tiradores escamados.
Ni hablar de una curiosa pieza forjada en hierro, que no es ni más ni menos que un limpiapie que perteneció a la casona de Juan Manuel de Rosas (el fundador del partido de Saladillo).
Tiene una hermosa colección de mates de plata coloniales y criollos y de porcelana de los llamados Angelitos, de origen alemán. Fotos antiguas de distintos momentos de la vida de Saladillo y la región, radios antiguas, carteles antiguos con el nombre de las calles de nuestra ciudad y de otras ciudades. Carteles de propaganda política y comercial. Un hermoso cuadro de San Martín, cuyo autor se desconoce, esculturas y todo cuanto podamos imaginar relacionado con antigüedades en general y muy particularmente de “las cosas nuestras”.
Todo lo que he descrito muy sucintamente constituye un verdadero “Museo de Cosas Nuestras” y es producto del trabajo de muchos años de coleccionar estos objetos por parte del convecino Mario Sayos, que el 13 de marzo arribó a los 41 años de vida. Es hijo de Mario Sayos (ya fallecido) y de Graciela Urrunaga. Siempre le gustaron estos temas y rescatar y valorar nuestra tradición. Tanto es la pasión por estos temas que en el 2000 junto a su padre y un grupo de amigos fundaron el Centro Tradicionalista Honrando la Tradición y con él representaron a Saladillo en numerosos desfiles en la región y en la provincia.
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