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Fotógrafo, músico y bailarín, la vida del multifacético Rubén “Gallito” Bruno

Había descubierto su verdadera vocación a los 15 años, cuando comenzó a transitar el camino de la fotografía junto a Mario Di Battista. Paralelamente, integró como percusionista la Banda de Bomberos y se dedicó a las danzas folclóricas. Sus restos fueron despedidos este miércoles con profundo dolor

Rubén Eduardo Bruno, otro entrañable vecino de Saladillo, partió de este mundo hace pocas horas. Tenía 75 años y mucha gente conocida, al enterarse de la infausta noticia, no tardó en expresar su dolor a través de las redes sociales.

Más conocido como “Gallito”, tenía más de una faceta. Además de una dilatada trayectoria como fotógrafo, fue un destacado bailarín de folclore y también músico de la Banda de Bomberos Voluntarios de Saladillo.

Nacido en 1950 en la ciudad de Saladillo, se crió en la casa de su abuelo inmigrante, proveniente de Calabria.

Colegas. Rubén Bruno junto a Eduardo Abaca, compartiendo experiencias en la fotografía

Hijo único, cursó la primaria en la Escuela N° 2 del barrio “La 31”, y cuando egresó su padre fue tajante: “O estudiás o trabajás. ¡Vagos, no quiero!”. Así que Rubén optó por lo segundo. Entró a trabajar de cadete en la tienda de Pantín y recorría en bicicleta toda la ciudad, llevando mercadería a domicilio a los clientes.

Gallito, que heredó el pseudónimo de su tío Víctor Rodríguez, descubrió su verdadera vocación poco tiempo después, cuando comenzó a transitar el camino de la fotografía.

A los 15 años aproximadamente, de la mano de Mario Di Battista, amigo de su padre, se involucró en ese maravilloso mundo junto a Pablo Di Gruccio, e cuyo laboratorio casero revelaban las fotos.

A los 21, le tocó alistarse en el Servicio Militar Obligatorio, más precisamente en el Regimiento de Azul. Y cuando regresó de la colimba, se largó por cuenta propia. Les alquiló a los zapateros García un local en Almafuerte y Roca.

Cuando arrancó, entre otros colegas, estaban Rosano, “Conejo” Rodríguez y Manca (oriundo de 25 de Mayo). También conoció a Rubén Soto, el conocido fotógrafo que había trabajado en Las Flores y luego pasó por Saladillo hasta recalar definitivamente en 25 de Mayo.

Con el tiempo, Gallito se instaló en el local que le alquiló durante 55 años en calle Sarmiento casi Moreno a Elida “Porota” Viola, que vive en La Plata desde hace décadas.

Interpretando el Pericón Nacional para un 25 de Mayo en la ciudad de Saladillo, junto a su compañera de baile del Estudio de Danzas de Hernán Calcaterra

Captó innumerables imágenes en casamientos, cumpleaños y eventos sociales por doquier. “Laburaba siempre de noche”, comentó Bruno, en una entrevista hace tres años.

Su primera cámara profesional fue una Olympus que compró en Avellaneda, equipo que todavía conserva. Como cada rollo tenía 36 fotos, había que racionalizar. “No era como hoy, que con una cámara digital sacás infinidad de fotos y después borrás las que no te sirven”, comparó.

Además, durante la semana, en su estudio, tomaba fotos carnet, accidentes en la vía pública y también fotografías forenses que le encargaba la policía. Más de una vez tuvo que ir a la vieja morgue del Hospital Dr. Posadas a registrar imágenes de autopsias.

También, a través de retratos, inmortalizó a personajes emblemáticos de Saladillo, como Mariano Di Carlo, Cuellito, Aniceto y Quito Pajón. Fotos que participaron de muchas muestras e incluso se hicieron reproducciones, algunas no tan fidedignas.

Hizo también fotos periodísticas para El Tiempo de Azul y el diario La Mañana. Cómo olvidar aquella vez que fotografió el incendio que le puso fin al restaurante El Bagual. También cuando Alejandro “Titán” Armendáriz, ya siendo gobernador de la Provincia de Buenos Aires, frecuentaba Saladillo, su patria chica.

Ejecutando el redoblante en la Banda de Bomberos Voluntarios de Saladillo

En su Estudio Lux tenía el laboratorio para revelar en blanco y negro. Después llegaron las diapositivas a color, que se mandaban a revelar a Alemania y en 20 días llegaban las copias.

Cuando irrumpió en el mercado la fotografía color, Rubén mandaba a revelar a un laboratorio en Buenos Aires, a través de un comisionista.

“Tuve muchos y buenos clientes, por años. Fotografié a muchas parejas que contrajeron matrimonio, y luego a sus hijos y nietos… Han pasado distintas generaciones por mi estudio”, expresó.

Con la llegada de la digitalización, Gallito incorporó una cámara a través de su proveedor de Pergamino. Hasta hizo cursos y capacitaciones junto al colega Daniel Murúa. “Ahora ya estoy retirado. Me jubilé en la fotografía, pero igualmente seguí unos años hasta que comenzó la pandemia”, contó.

Músico y bailarín

Además de fotógrafo, Rubén integró como músico la Banda de Bomberos de Saladillo tocando el tambor. Dio sus primeros pasos en la agrupación a los 16 años, junto al recordado zapatero y actor Alberto Mastantuono.

Cuando lo convocaron para el servicio militar y viajó al Regimiento de Azul, las autoridades lo incorporaron a la Banda Militar. Como era bombero, estuvo nada más que cuatro meses.

Ya en Saladillo, siguió en la Banda bajo la dirección del maestro Mario Córdoba. Pasó de tocar el tambor a ejecutar el redoblante e incluso el bombo, uno de los instrumentos de percusión más difíciles, sobre todo en los “ligados”.

Su otra faceta es la de bailarín, cuyos orígenes se remontan a los 8 años en la Escuela N°2. Con la maestra de 3° grado, Eva Ruiz, aprendió los primeros pasos. También estaba Chichí Sturla, otra gran instructora.

Bailó en distintas peñas y agrupaciones, como A Poncho y Lanza, bajo la dirección de Mario Castorina, y últimamente, desde hace varios años, integraba el Estudio de Danzas Nativas que conduce Hernán Calcaterra. “Bailo media punta, algo que no es muy común”, indicó.

Con la danza, Gallito conoció infinidad de lugares y también al gran Oscar Murillo, director del reconocido Ballet Brandsen, en los albores de la década del ’70, cuando el director de Cultura de Saladillo era Luis Rivera, durante la gestión del entonces intendente Ariel Delía.

En los armarios de su casa, conservaba celosamente los excelentes trajes que le confeccionaron su mamá y su tía. “Nada comprado, todo hecho a mano. Cada uno es una obra de arte”, expresó.

No se casó ni tuvo hijos, pero estuvo en pareja mucho tiempo con Nelly, una mujer que luego falleció, a raíz de una cruel enfermedad que no fue convenientemente diagnosticada. “El médico la trataba por una gripe y a los 15 días murió. Fue una pérdida muy grande para mí… Así que sigo solterito y sin apuro, como dice el refrán”, expresó entre risas en aquella oportunidad en que lo entrevistamos.

“Descendencia, no tengo. Igual, por mi trabajo, creo que no hubiera podido dedicarme a la crianza como debe ser. Es una responsabilidad muy grande ser padre”, sostuvo.

Fotógrafo, músico y bailarín… Qué más se le pudo pedir al multifacético Rubén Bruno, una persona que, como tantas otras, siempre aportó a la cultura de su querido Saladillo.

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