Por Ethel Mariotto
Su bandoneón puso en el aire tanto su espíritu como esa capacidad que tenía para ser amigo.
Al despedir hoy a Oscar Domínguez con profunda tristeza, le decimos que habremos de recordar su presencia por aquella hidalguía que lo conoció siempre.
Pero también, además, porque afortunadamente ha quedado grabado el sonido que usted supo que su bandoneón dijera una y otra vez, para nosotros, para el oído atento de este Saladillo que lo adoptó como hijo y que lo va extrañar siempre.